jueves, 24 de enero de 2008

No hay palabras...

No hay palabras para expresar todo lo que Dios nos permitió ver a través de este tiempo de ayuno y oración que pasamos mi esposa Zarella y yo.

Es una experiencia que va mucho más allá de emociones y pensamientos... Nace de un lugar que hemos descuidado mucho, aun creyendo que nos ocupábamos de él (nuestro espíritu); la realidad que Dios nos ha permitido ser sensibles a percibir que lo habíamos abandonado bajo la bandera de estar involucrados con Él y Su iglesia.

Hay lágrimas... Conocer la verdad nos incomoda, pero nos hace libres.

En un principio se nos hacia difícil poder aguantar un rigor como el que se nos retaba alcanzar. La falta de práctica, los reclamos de la carne y la comodidad se hicieron sentir inmediatamente, pero GRACIAS A QUE ÉL ESTABA CON NOSOTROS, nos dimos cuenta que si era posible y el ruido se disipó y entonces: ¡maravilloso! comenzamos a oír SU VOZ como nunca antes lo habíamos podido hacer.

No hay palabras, sólo comunión. Una comunión más cercana e intima con Él, la cual persistiremos en mantener y profundizar con más tiempos como los que pasamos...

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