lunes, 20 de octubre de 2008

Pacto Abráhmico


El Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. »Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!»

El pacto de Dios con Abram (previo a Abraham) es una forma de representar claramente el concepto de: tierra+semilla = fruto. Como lo hemos estado estudiando la tierra fue maldecida por el pecado de Adán y Eva, esto trajo como consecuencia que la tierra produjera cardos y espinos (Génesis 3:18)

Y no importa que tanto se esforzara el hombre, la tierra no iba a dar fruto de vida, sino de muerte. (El simbolismo de esto se ve reflejado en las ofrendas a Dios presentadas por Caín y Abel)

Caín, esperando obtener el favor de Dios presenta su ofrenda del fruto de la tierra (representación del esfuerzo humano con el que la religión continúa hasta el día de hoy tratando de ganar la salvación por méritos humanos).

Abel
, por su lado, presenta su ofrenda, el mejor cordero de su rebaño (representación del Cordero de Dios que vendría en Cristo Jesús ha ser propiciatorio para la salvación de la humanidad).

Como la escritura nos lo hace saber en sus primeros capítulos, Dios se agradó de la ofrenda de Abel (representación profética del Nuevo Pacto) pero no miró con agrado la ofrenda de Caín (la religión).

El fruto verdadero viene, no por el esfuerzo humano, sino por la propiciación a través de Jesucristo.

El mismo problema que se prensentó en los inicios, sigue afectando el día de hoy; queremos usar la tierra equivocada esperando obtener el fruto correcto. No es en nuestros méritos y esfuerzos personales. Nuestra naturaleza "adámica" (gracias a Adán) nos estorba muchas veces para entender este principio y nos lleva a continuamente (si no ponemos atención) presentar una ofrenda a Dios basada en nuestros esfuerzos, recursos y talentos personales.

Dios no ha cambiado, y así como la rechazó de Caín, la sigue rechazando de todo aquel que se obstine en ofrecérsela así.

Pero, ¿qué pasa si nos aseguramos de tener la tierra correcta pero el fruto que obtenemos es el incorrecto? Ahora vamos a estudiar sobre la SEMILLA...

domingo, 12 de octubre de 2008

Polvo eres...


Hay una canción cuyo autor prefiero no mencionar, (aunque si se lo proponen fácilmente lo pueden encontrar) que desde la primera vez que la escuché me llamó mucho la atención su letra. Una de las estrofas dice así:

"I am full of earth, You are heaven’s worth. I am stained with dirt, prone to depravity. You are everything that is bright and clean, the antonym of me You are divinity."

I'm full of earth (estoy lleno de tierra)... I'm stained with dirt (estoy sucio de polvo).

Esta es una gran verdad que la Palabra de Dios respalda en el libro de
Génesis capítulo 2 verso 7: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra...” Y es confirmado por Génesis 3:19: "...polvo eres, y al polvo volverás..."

Somos tierra, fuimos formados del polvo de la tierra, pero Dios decidió hacer algo maravilloso con esta creación, en particular la humana: "...y sopló en su nariz aliento de vida..." Dios sopló Su aliento de vida en nosotros, pero seguimos siendo tierra. Es muy fácil olvidar esta verdad y creer que somos mármol, oro, platino o alguna piedra preciosa (hablo en sentido figurado).

Hay una palabra muy sencilla que nos ayuda a entender nuestros orígenes empolvados y esta palabra es humildad.
  • Una persona que practica la virtud de la humildad nunca olvida de donde vino pero reconoce con gratitud hacia donde va.
  • Una persona humilde no cubre sus cicatrices ni se esconde tras una máscara aparentando algo que no es, sino que reconoce y le da siempre crédito a su libertador y sanador.
  • Una persona que vive en humildad sabe que es tierra y que a la tierra regresará, pero le da honor y gloria al que sopló de Su aliento de vida.
Pero repito, se nos olvida esto con mucha facilidad y en lugar de demostrar la virtud de la humildad, nos podemos esconder tras un maquillaje de santidad y sin embargo estar llenos de arrogancia y prepotencia.

Estamos en nuestra serie La Tierra y la Semilla, y que importante es que antes de continuar nos aseguremos de entender esta verdad. Porque no tiene sentido avanzar si no asimilamos este principio de vida y nos despojamos de una vez por todas todo vestigio de soberbia y altivez para en su lugar revestirnos de humildad.

Queremos dar fruto, y fruto en abundancia, pero si no hay un reconocimiento sincero y humilde de que somos tierra, el fruto que daremos no será el que Dios está esperando de Sus redimidos, adoptados por Él gracias al sacrificio y resurrección de Cristo.

Ahora bien, la tierra se puede categorizar básicamente en dos tipos: Tierra fértil y tierra infértil, y la característica principal que distingue a las dos es que la tierra fértil necesita tener los elementos orgánicos necesarios para que una semilla pueda dar fruto (la humildad es uno de ellos). Pero, además necesita estar humedecida; y sí, es muy hermoso hablar del Río de Agua Viva que Jesucristo prometió al referirse al Espíritu Santo, pero creo que de inicio el tipo de humedad que necesitamos para que nuestra tierra deje de ser infértil (seca, improductiva), es la producida por un quebrantamiento sincero, lágrimas no fingidas que fluyan a torrentes y permitan que el pedernal y el desierto en el que nos hemos convertido (tierra infértil) comience a convertirse en tierra fértil.

La Tierra y la Semilla: Humildad y Quebrantamiento.